martes, 1 de abril de 2014

AVISO:NOVELA NUEVA

RECUERDOS (termina mañana)
CONSUMIDO ( a partir del jueves)

SINOPSIS
 
Paula Chaves nunca ha sido de las que pisan el lado salvaje, al menos no
hasta que conoce a Pedro Alfonso… un engreído y atractivo luchador en el
gimnasio de su padre. Es exasperante, asquerosamente adictivo y
simplemente parece no poder sacárselo de encima. Él ha estado en la ciudad
por poco tiempo y su nombre ya está en boca de todos. Es el tipo de hombre
sobre el que las madres advierten a sus hijas... de la clase que deja un
reguero de corazones destrozados detrás de sí y tiene a Paula en la mira.
Paula nunca ha conocido a nadie tan confuso como Pedro y su actitud
temperamental constantemente la desorienta. Nunca en su vida ha deseado
el toque de alguien tan desesperadamente, pero habiendo salido
recientemente de una relación a largo plazo sumergirse en otra es algo que
preferiría evitar.
Decidida a tener su toque, pero a no dejarlo meterse bajo su piel, Paula 
se embarca en el viaje más emocionante de su vida

CAPITULO 18




Durante la cena, estaba casi taciturna. Se sentía como si le sacará a la fuerza cada palabra, pero Pedro no insistió, pensando que estaba simplemente cansada de su largo día de diversión en el sol. Su estado de ánimo cambió una vez que terminaron de limpiar la cocina. En el momento en que su culo golpeó el sofá, se estaba subiendo a horcajadas sobre su regazo, quitándose la camisa, con las manos explorando con avidez sobre su piel. No tenía ninguna queja. Era simplemente... raro dada la forma en la que se había comportado antes.
Su vida sexual se había convertido casi frenética antes de que lograra fatigarla lo suficiente como para reducir la velocidad. La había hecho venir cuatro veces. Incluso en el sueño, parecía inquieta. La había sentido dejar la cama por lo menos dos veces durante la noche antes de que lo despertará hasta hace unos momentos con su dulce boca envuelta alrededor de su polla.
Por lo general, dormía como un tronco, especialmente en las noches antes de trabajar. Su cambio de turno iniciaba a mediodía. Pedro tenía que estar en el restaurante a las ocho de la mañana para una reunión de planificación con Mateo y el arquitecto en el nuevo restaurante, así que no se permitió volver a dormirse. En cambio, se quedó allí disfrutando del cálido cuerpo acurrucándose cerca de él y se maravilló de lo afortunado que había llegado a ser, teniéndola de vuelta en su vida.
Con el tiempo dejó la cama cuando el reloj marcó cerca de las seis y media, vistiéndose en la sala de estar, para no despertar a Paula, y luego rebuscó en sus gabinetes de cocina. Cuando encontró la mitad de una bolsa de chips de chocolate, le llegó la inspiración


Paula se despertó en una casa silenciosa que olía increíble. Las sábanas olían como el sexo y Pedro, y ese era un olor bastante potente, pero en la parte superior de la misma había el aroma celestial de productos horneados. Salir con un cocinero sin duda tenía sus ventajas. Se dio la vuelta para estirar sus sensibles músculos y encontró una nota en la almohada.


Lo siento, no pude despertarte correctamente para devolverte el favor. Tengo una reunión temprano con Mateo. Ha dejado una sorpresa en la cocina para compensarte. Te veo pronto,Pedro.

Sonriendo mientras se abría paso fuera de la cama, se puso una bata. En la barra de la cocina había un pequeño plato de magdalenas. Con chispas de chocolate y hechos desde cero, lo cual era un milagro que haya encontrado todos los ingredientes necesarios en su patética excusa llamada despensa.
Estaba completamente, totalmente e irremediablemente enamorada de Pedro. Sin dudas esta vez.Paula no se molestó en luchar contra la fuerza de esa aceptación. Sólo se sirvió un vaso de leche, se sentó en la barra, y en poco tiempo, devoró los tres panecillos enteros, mientras un par de lágrimas se deslizaron silenciosamente por sus mejillas. Cuando había inhalado hasta la última miga, se limpió su cara con una servilleta, puso las tres magdalenas restantes en un recipiente hermético y se duchó para el trabajo.
Esa mañana, la sala de emergencia se hallaba tranquila, para variar. Le permitió a Paula ponerse al día con algo de papeleo que tenía pendiente, pero desafortunadamente también le dio tiempo para pensar en lo que Tamara había dicho de la madre de Pedro.
Estar pensando era todo lo que había hecho desde el engaño a Tamara, algo más que estaba carcomiéndole la conciencia, en cualquier momento que tenía un instante calmo y tranquilo, y por eso quería que Pedro, básicamente la jodiera hasta dejarla sin sentido, y funcionó, por algunas horas… hasta que se despertó a las dos, y luego a las cuatro. Y a las cinco y media cuando asalto sexualmente a su pobre y cansado pene.
Estar luchando contra la tentación de preguntarse tanto, le estaba dando un dolor de cabeza , por lo que Paula se dio por vencida, garabateando en el interior de la parte de atrás de un gráfico mientras meditaba las cosas terribles que el padre de Pedro podría haber hecho para hacer que un buen corazón como Marta Alfonso intentara suicidarse.
El pensamiento incómodo de abuso infantil siguió resurgiendo en su cerebro. Eso ciertamente podría destrozar a una madre en pedazos, a su vez una familia de adentro hacia afuera, destruir un hogar. Supuso que podría haber sido infidelidad, o el abuso conyugal, pero ¿sería esa la razón para que Pedro se fuera corriendo de vuelta a casa sin una explicación a Paula? Probablemente no. Sin embargo los pecados más oscuros, lo harían. Probablemente habrá estado perturbado, avergonzado, enojado, y la idea de que pasara a través de todo ese caos solo, hacía que el corazón de Paula doliera.

CAPITULO 17


Pedro se detuvo en un mercado de camino a casa, comprando algunos suministros para la cena, mientras Paula esperaba afuera en la motocicleta con la información que Tamara sin ser consciente había divulgado como espinas. Pedro volvió con una bolsa bastante pequeña que podía caber entre sus cuerpos por el resto del paseo, Paula era curiosa pero no echó una ojeada dentro. Las posibilidades eran que no sería capaz de entender mucho de todos modos debido a sus carentes habilidades culinarias.
—Sé que estas cansada. Adelántate y toma una ducha mientras empiezo la cena —dijo Pedro, una vez que estuvieron dentro de su departamento—. ¿Quieres una copa de vino, o ya tienes mucho con la cerveza?
—Creo que podría beber un galón de agua ahora, pero quizás una copa con la cena más tarde.
Sintiéndose abatida Paula caminó hacia el baño, su cabeza punzando por los niveles de ruido en el juego y por ser forzada al punto en que la cerveza no trabajara sobre el misterio de los padres de Pedro. Abrió los grifos, luego se sentó sobre la tapa del inodoro para tirar fuera sus zapatillas de deporte y calcetines. Había dejado abajo su ropa interior cuando Pedro dio un golpecito en el marco de la puerta con los nudillos y se acercó, con una botella de agua sin abrir en la mano.
El cielo la ayudara, ¿Por qué tenía que ser tan dulce, perfecto y bueno? ¿Por qué no podía tener algún defecto evidente en su personalidad que la hiciera sentir menos miserable sobre la forma en que lo había tratado esa semana que regresó a su vida?
—¿Estás bien, cariño? —y ahí venía de nuevo, haciendo que sus ojos picaran con lágrimas queriendo desesperadamente brotar como un manantial.
Paula mintió con una inclinación de cabeza y bajó la cabeza, frotando su aplanado cabello mientras conseguía control. —Sólo el duelo final de mi día libre —murmuró.
—¿Te has divertido?
Tomó la botella de agua fría que le ofreció, girando la tapa. —Tuve un momento increíble. Gracias por llevarme contigo.
—Es un placer. —Se inclinó para darle un beso suave, pero no se detuvo—. Le agradaste mucho a Tamara. Mateo acaba de enviarme un texto diciendo que no para de hablar sobre ti.
—Me agradó mucho, también.
—Bueno. Los veremos de nuevo pronto. —Le paso un dedo por las mejillas—. Tomaste un poco de sol.
—Bien, más pecas.
Sus ojos se suavizaron. —Más para besar después. Me gustaría acompañarte en la ducha, pero tengo que ir a chequear al restaurante, y empezar a trabajar en nuestra cena.
—¿Qué estás haciendo?
—Spaghetti Carbonara.
La comida chatarra que había comido antes se había ido, a juzgar por la forma en que su estómago rugió en aprobación. Pedro se rió y la dejo sola.
—¡Me consientes demasiado! —gritó Paula.
—¡Lo vales! —gritó de vuelta.
—No, tú lo vales —susurró—. Y no te merezco

Pedro salió de un sueño donde jugaba en la primera base para los Bravos y en algunos juegos de vida real. Una boca, húmeda y tibia exploraba su polla mientras unos dedos talentosos pasaban hacia el sur, acariciando y mimando suavemente sus bolas. Siguiendo con la cursi metáfora del béisbol en su cabeza, rodeó la segunda base y se dirigió rápidamente hacia la tercera.
De todas las maneras agradables en la cual un hombre puede ser despertado, una mamada de una hermosa pelirroja tendría que estar cerca de la parte superior de la lista. Gimió de placer, sintiendo su pene hincharse y tensándose aún más por la sangre, parpadeó un par de veces para despejar la niebla del sueño y orientarse.
Estaba en la cama de Paula, la cual habían profanado totalmente la noche anterior. El crespúsculo rezumaba por las rendijas de las cortinas, con una suave luz filtrándose en la habitación. Aún era temprano—demasiado pronto para que se despierte con sexo en el cerebro. Pero entonces lo tomó profundo, y decidió simplemente apreciar el cerebro sexy de Paula, sin importa la hora.
Mordiéndose el interior de la mejilla para mantener su orgasmo dentro de él, se agachó para acariciarle la mejilla con ternura. Lo liberó con un tirón lento, acariciando la base de su pene con su nariz, murmurando algo en voz baja que no podía descifrar. Era casi como si estuviera dentro de su propio sueño.
—Paula —abrió los ojos lánguidamente, apoyando la barbilla en su cadera. La mano entre sus piernas mantuvo su caricia, a través de su perineo y luego más bajo. Sus músculos se tensaron un poco ante su audacia, pero no trató de detenerla.
—¿Qué? —preguntó.
—Me preguntaba si estabas realmente despierta.
Un suave zumbido fue lo único que obtuvo como respuesta mientras un dedo rozó su trasero. Pedro siseó bruscamente, empujando su cabeza hacia atrás sobre la almohada. Intentó agarrar la base de su pene, apretando con fuerza para no perder su carga encima de él, ella, y la cama.
Rondando la tercera base.
—Fantásticos reflejos para esta hora en la mañana, señor —dijo Paula con un acento irlandés falso.
La risa de Ryan sacudió la cama.
Lee apartó su mano y lo llevo hacia el interior del paraíso de su boca una vez más, con un solo dedo inquisitivo ahora frotando y frotando, volando su mente. Pedro movió las piernas separándolas más, dejándola salirse con la suya en su cuerpo ya que parecía decidida a hacerle perder el control. Todo entre sus caderas creció firmemente, al igual que la succión de la boca perfecta de Paula. No hubo tiempo para una cortés advertencia, se corrió en su garganta. Afortunadamente, ya habían restablecido donde estaban sus respectivos límites sexuales.
Un gemido gutural vibraba en su pecho cuando se vino, el placer alcanzando el máximo, nivelándose, y luego decayendo, la oscuridad del olvido temporal lo absorbió como si hubiera soñado toda la maldita cosa.
Llegando hasta base.
El cabello de Paula le hizo cosquillas en el estómago mientras se reubicaba contra él, su pequeño suspiro se alineó sobre su piel. Levantó una mano para acariciar su espalda mientras recuperaba su cordura.
Debería responderle de la misma manera, pensó. Moverla debajo suyo y deslizarse dentro de ella una vez que su polla se recuperara, o por lo menos decir algo estúpido como "Eso fue increíble, gracias". Pero en cuestión de dos minutos, tres a lo sumo, estaba prácticamente roncando. Pedro la bajó suavemente a su lado, tirándola más cerca, y puso la sábana alrededor de sus cuerpos.
El amor creció con fiereza dentro de su pecho. No servía de nada negar que fuera eso exactamente, de la misma manera en la que reconoció que nunca había dejado de amarla. ¿Cómo podría?, si durante años había soñado con ser capaz de sujetarla de nuevo así. Sólo tenía un obstáculo más por borrar. Las razones anteriores para dejarla no podían colgar entre ellos para siempre. El tiempo para sincerarse se acercaba más con cada día que pasaba. Se preocupó de que ayer por la noche pudo ser el día.