martes, 1 de abril de 2014

CAPITULO 18




Durante la cena, estaba casi taciturna. Se sentía como si le sacará a la fuerza cada palabra, pero Pedro no insistió, pensando que estaba simplemente cansada de su largo día de diversión en el sol. Su estado de ánimo cambió una vez que terminaron de limpiar la cocina. En el momento en que su culo golpeó el sofá, se estaba subiendo a horcajadas sobre su regazo, quitándose la camisa, con las manos explorando con avidez sobre su piel. No tenía ninguna queja. Era simplemente... raro dada la forma en la que se había comportado antes.
Su vida sexual se había convertido casi frenética antes de que lograra fatigarla lo suficiente como para reducir la velocidad. La había hecho venir cuatro veces. Incluso en el sueño, parecía inquieta. La había sentido dejar la cama por lo menos dos veces durante la noche antes de que lo despertará hasta hace unos momentos con su dulce boca envuelta alrededor de su polla.
Por lo general, dormía como un tronco, especialmente en las noches antes de trabajar. Su cambio de turno iniciaba a mediodía. Pedro tenía que estar en el restaurante a las ocho de la mañana para una reunión de planificación con Mateo y el arquitecto en el nuevo restaurante, así que no se permitió volver a dormirse. En cambio, se quedó allí disfrutando del cálido cuerpo acurrucándose cerca de él y se maravilló de lo afortunado que había llegado a ser, teniéndola de vuelta en su vida.
Con el tiempo dejó la cama cuando el reloj marcó cerca de las seis y media, vistiéndose en la sala de estar, para no despertar a Paula, y luego rebuscó en sus gabinetes de cocina. Cuando encontró la mitad de una bolsa de chips de chocolate, le llegó la inspiración


Paula se despertó en una casa silenciosa que olía increíble. Las sábanas olían como el sexo y Pedro, y ese era un olor bastante potente, pero en la parte superior de la misma había el aroma celestial de productos horneados. Salir con un cocinero sin duda tenía sus ventajas. Se dio la vuelta para estirar sus sensibles músculos y encontró una nota en la almohada.


Lo siento, no pude despertarte correctamente para devolverte el favor. Tengo una reunión temprano con Mateo. Ha dejado una sorpresa en la cocina para compensarte. Te veo pronto,Pedro.

Sonriendo mientras se abría paso fuera de la cama, se puso una bata. En la barra de la cocina había un pequeño plato de magdalenas. Con chispas de chocolate y hechos desde cero, lo cual era un milagro que haya encontrado todos los ingredientes necesarios en su patética excusa llamada despensa.
Estaba completamente, totalmente e irremediablemente enamorada de Pedro. Sin dudas esta vez.Paula no se molestó en luchar contra la fuerza de esa aceptación. Sólo se sirvió un vaso de leche, se sentó en la barra, y en poco tiempo, devoró los tres panecillos enteros, mientras un par de lágrimas se deslizaron silenciosamente por sus mejillas. Cuando había inhalado hasta la última miga, se limpió su cara con una servilleta, puso las tres magdalenas restantes en un recipiente hermético y se duchó para el trabajo.
Esa mañana, la sala de emergencia se hallaba tranquila, para variar. Le permitió a Paula ponerse al día con algo de papeleo que tenía pendiente, pero desafortunadamente también le dio tiempo para pensar en lo que Tamara había dicho de la madre de Pedro.
Estar pensando era todo lo que había hecho desde el engaño a Tamara, algo más que estaba carcomiéndole la conciencia, en cualquier momento que tenía un instante calmo y tranquilo, y por eso quería que Pedro, básicamente la jodiera hasta dejarla sin sentido, y funcionó, por algunas horas… hasta que se despertó a las dos, y luego a las cuatro. Y a las cinco y media cuando asalto sexualmente a su pobre y cansado pene.
Estar luchando contra la tentación de preguntarse tanto, le estaba dando un dolor de cabeza , por lo que Paula se dio por vencida, garabateando en el interior de la parte de atrás de un gráfico mientras meditaba las cosas terribles que el padre de Pedro podría haber hecho para hacer que un buen corazón como Marta Alfonso intentara suicidarse.
El pensamiento incómodo de abuso infantil siguió resurgiendo en su cerebro. Eso ciertamente podría destrozar a una madre en pedazos, a su vez una familia de adentro hacia afuera, destruir un hogar. Supuso que podría haber sido infidelidad, o el abuso conyugal, pero ¿sería esa la razón para que Pedro se fuera corriendo de vuelta a casa sin una explicación a Paula? Probablemente no. Sin embargo los pecados más oscuros, lo harían. Probablemente habrá estado perturbado, avergonzado, enojado, y la idea de que pasara a través de todo ese caos solo, hacía que el corazón de Paula doliera.

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