domingo, 30 de marzo de 2014

CAPITULO 14


Durante las siguientes dos semanas cayeron en una clase de rutina: sexo, comida, sueño, o alguna variación de los tres, ya sea en el apartamento de Paula o en el de Pedro, en función de los horarios de trabajo y los niveles de fatiga. Paula no se sorprendió al descubrir que había ganado siete libras por su cocina. Se podría haber pensado que con todo el sexo quemaría algunas de las calorías adicionales que consumía, pero lo que no estaba siendo utilizado se estaba asentando en su trasero. Era hora de empezar a utilizar exclusivamente las escaleras en el hospital en lugar del ascensor. Y tal vez renunciar a una segunda porción de la increíble comida de Pedro. Por desgracia, al igual que él, sus platos eran difíciles de resistir.
Era domingo, y tenían una cita. Una verdadera cita, fuera de sus apartamentos con él recogiéndola y todo. Llevando ropa. Le había dicho que usara algo casual, algo en lo que estaría cómodo al aire libre.
Cuando Paula brincó bajo las escaleras a la una en punto, vestida con un pantalón vaquero, unas zapatillas deportivas y una camiseta de manga larga de algodón.Pedro se reclinó contra el asiento de una elegante Kawasaki azul, con los brazos cruzados sobre su pecho, piernas largas cruzadas en los tobillos. Estaba vestido similar a ella. Tuvo que detener su andar por el miedo de que su lengua la traicionara, ¿Cómo era posible que un cuerpo contuviera tanta sensualidad? El día era hermoso como él, cielo azul sin una nube sobre sus cabezas. El aire crispaba con temperaturas por arriba de los sesenta, posiblemente llegaría más tarde a los setenta. Un día perfecto para hacer algo divertido afuera, lo cual era una anomalía para Paula. Normalmente pasaba sus días poniéndose al día con la lavandería, pagando cuentas, y tomando ocho horas ininterrumpidas de sueño. El aire fresco sería bueno para ella.
Pedro se acercó para un beso rápido, luego colocó sus lentes de sol en el compartimento de la motocicleta, mientras ella miraba con precaución a la máquina. Notando el segundo casco en la parte posterior del asiento.
—¿Iremos en esto?
—Depende de ti, pero pensé que si te daba la opción, te gustaría hacerlo.
Distintivamente oyó el desafío en su voz, ¿estaría dispuesta a andar por las agitadas calles de la ciudad de Atlanta en la parte trasera de una moto, y los brazos envueltos alrededor de la cintura de Pedro, terminando con el pelo en forma de casco?
—Diablos, sí —dijo Paula, golpeando la ola de nerviosismo. Nunca había tocado una motocicleta en su vida, pero sabía que se ocuparía de cuidarla bien y por encima de todo sería excitante, si no fuera por el poquito de miedo que sentía. Está bien, probablemente era aterrador, pero solo se vive una vez, ¿No?
Sonrió. —Tenía la esperanza de que dijeras eso.
—Me lo imaginaba, ¿a dónde vamos?
—Es una sorpresa.
—Estaba esperando que no dijeras eso.
—Te gustará, lo prometo. Mientras dure el viaje, recuerda relajarte y disfrutarlo. Las primeras veces que giremos en una esquina se sentirá raro para ti. Tu instinto natural hará que te tenses y quizás que pelees contra la gravedad, es normal, pero no te caerás. Apóyate en mí y has que tu cuerpo haga lo que hace el mío, ¿de acuerdo?
—Está bien. —A pesar de la sequedad en su boca y el sudor que humedecía su labio superior.
—Súbete.
Pedro la ayudó a montar, asegurando la correa de la hebilla de su casco con fuerza y luego bajó el visor del frente. Señaló las clavijas donde debía colocar sus pies.
Satisfecho porque estaba lista para andar, paso una de sus piernas encima del asiento, donde antes estaba su casco y pateó la manivela de la moto, Paula se acercó a su espalda, envolviendo los brazos en su cintura. Tocó sus manos una vez antes de agarrar el manubrio.
—¿Lista? —preguntó en voz alta, pero ahogada por el casco.
Con el corazón golpeteando en el pecho, Paula le dio pulgares arriba.
—Espera.
Tensó su agarre alrededor de él, juntando sus dedos, y Pedro se alejó de su complejo de apartamentos.
Al principio era raro, como había dicho que sería, acostumbrarse al movimiento de la moto sin tensarse (o gritar de terror) cuando tomó una esquina, y estaba segura de que Pedro condujo más despacio de lo que normalmente lo haría si hubiera estado viajando solo. Pero después de unos kilómetros de ir manejando a través del tráfico se acostumbró al movimiento, confiando en los instintos de Pedro, y se relajó en su contra.
Tenía que admitir que era un poco caliente, el que dos cuerpos estén presionados tan cerca el uno del otro, montados en lo que sería un vibrador gigante entre las piernas.
Habían estado andando durante unos quince minutos cuando vio que Turner Field se avecinaba por delante y se sorprendió. Le sonrió a la parte posterior de su cabeza, y le dio un apretón en la cintura. Navegó por el laberinto de aparcamiento, hasta encontrar un área específicamente para motocicletas, y rodó la bicicleta a una parada suave.
Se bajó primero antes de ayudar a que ella hiciera lo mismo. Paula se quitó el casco y se sentó en la parte trasera de la moto, luego prestó atención a su pelo.
—Dime que te gustó el paseo.
—Me encantó el paseo.
Levantó su puño. —Sí. Esa es mi chica.
Esas simples palabras enviaron un ridículo calor a su cara y entre las piernas.
Desde el mismo compartimiento donde Pedro había guardado sus gafas de sol, sacó unos para ella y dos gorras de béisbol Atlanta Braves.
—Te ves hermosa —dijo—, pero traje uno para ti, para que no te preocupes por tu cabello.
Paula le arrebató la gorra de la mano y se colocó sus gafas de sol. Envolvió una mano alrededor de la parte posterior de su cuello para tirar de él y darle un beso de agradecimiento. Se detuvo en sus labios mucho más tiempo de lo que había esperado, gimiendo por tener que detener su manifestación pública de afecto.
—Gracias por las sorpresas —dijo.
—Y aun no se han terminado.

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