miércoles, 2 de abril de 2014

CAPITULO 20


Pedro estaba molesto.
Paula no contestaba su teléfono, no regresaba sus llamadas. Respondió a sólo un mensaje de texto la noche anterior, diciendo que estaba exhausta y que lo vería en “unos cuantos días”.
Entendía que trabajaba largas horas y que quizá tendría que recuperar el sueño eventualmente. Tenía un trabajo duro, y tenía el mayor respeto por ella y por toda su carrera en la salud en general. Honestamente, se preguntaba cómo se las arreglaba para permanecer cuerda con todos los horrores que veía diariamente.
¿Pero unos cuantos días?, ¿Qué jodidos significaba eso?
Tan pronto como pudiera salir del restaurant más tarde esa noche, lo descubriría. Personalmente.
—Pedro, ¿Tienes un minuto? —le preguntó Mateo antes de que el ajetreo de la cena comenzara.
—Seguro. —Pedro colocó el cuchillo que estaba usando a un lado, limpiando sus manos con una toalla.
Mateo lideró el camino a su oficina estrecha y abarrotada, y cerró la puerta detrás de él. Pedro se colocó contra un archivero mientras Mateo se sentó en su silla detrás del escritorio.
—¿Qué pasa? —preguntó Pedro.
El suspiro pesado de Mateo no era un buen presagio para lo que sea que estaba a punto de decir. —Tamara se quebró esta mañana y me dijo que algo se le salió sobre tu madre con Paula en el juego de beisbol el domingo.
Frunció el ceño, repasando las noticias de Mateo en su cabeza. —¿Cómo…?
—¿Lo sabe Tamara? —preguntó Pedro, y Mateo asintió—. Después de que te conoció, le conté la historia, nunca esperando que alguna vez conociera a Paula y se llevaran tan bien. Lo siento, amigo.
—Está bien —dijo Pedro distraídamente—. ¿Qué le dijo a Paula exactamente?
—Estaban hablando sobre el gran tipo que eres, y Tamara dijo algo sobre que efectivamente eres demasiado dulce para todo el infierno que tu familia te hizo pasar. Supongo que Paula debió haberle… seguido la corriente, así que Tamara pensó que sabía todo. Cuando mencionó el intento de suicidio de tu madre, Paula cedió y admitió que aún no sabía nada.
—Hijo de perra. —Pedro se sentó en la esquina del escritorio de Mateo, frotándose la cara.
—Ha estado carcomiéndose a Tamara, preocupada sobre los dos, y si causó algún problema.
—Esto de hecho como que explica unas cuantas cosas —murmuró Pedro. La sonrisa tensa que le había dado el día del juego, la manera peculiar que actuó después de eso, el maratón de sexo después de la cena esa noche, ahora evitando sus llamadas. Esta era exactamente la cosa que Pedro quería evitar, su lástima, pero era su culpa por retardar lo inevitable por tanto tiempo.
—¿Elle le dijo algo más?
—No. —Mateo negó con su cabeza, mirando a Pedro directo a los ojos—. Le pidió a Paula que fuera paciente contigo, eso es todo.
Era el turno de Pedro de suspirar pesadamente. —Y lo ha sido. Más de lo que merezco.
—Fue una experiencia de mierda, Pedro, y fuiste mejor hombre que la mayoría por como lidiaste con eso. Puedes estar orgulloso de ello, aun cuando te costó demasiado. Está de vuelta en tu vida otra vez, y es probablemente el momento de que le digas todo, así ambos lo pueden dejar atrás de una vez por todas.
Pedro asintió determinadamente.
Tiempo de asumir las consecuencias.

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