miércoles, 2 de abril de 2014

CAPITULO 21




Unas cuantas horas después, estaba tocando el timbre de la puerta de Paula. Dio un paso atrás así lo podría ver por la mirilla. Fue una eternidad antes de que hubiera algún sonido en la otra parte de la puerta, pero los cerrojos no sonaron o fueron quitados rápidamente. Juró que podía escucharla respirar a través de la barrera que los separaba.
Acercándose a la madera, dijo—: Abre la puerta, cariño.
Retiró los cerrojos y la abrió. Cuando Pedro entró, presionó su espalda contra la pared detrás de la puerta y dejó ir la perilla. La aseguró antes de girarse hacia ella otra vez.
Paula se desplomó como un acordeón.
Era difícil de creer que un ser humano pudiera lucir tan pequeño y frágil, aun así ahí estaba, curvándose a sí misma como si el simple aire alrededor suyo fuera demasiado pesado para aguantar. Enterró su cara en sus manos. Sus hombros comenzaron a sacudirse con silenciosos lloriqueos.
Pedro se agacho enfrente de ella y alejó sus manos. Había demasiada angustia en sus húmedos ojos verdes que él casi lloró, también. —Oh, bebé. Ven aquí.
Se tiró a si misma contra él, casi derrumbándolo hacia atrás. Pedro se sostuvo, trayéndola con él, luego la levantó y la cargó hacia el sofá. Gentilmente la depositó en una esquina.
—Creo que necesitamos una bebida fuerte —murmuró, el “necesitamos” en esa oración siendo él mayormente, pero ella probablemente no rechazaría una.
Pedro raramente bebía algo más fuerte que la cerveza, pero en este caso particularmente necesitaba algo mucho más fuerte. Recordó haber visto una botella de vodka enterrada en la parte trasera del congelador de Paula, congelado por encima, y mitad escondido detrás de alguna horrible cena congelada. Tomó dos vasos, agregando unos cuantos cubos de hielo a cada uno, y llevándolos junto con la botella helada de vuelta a la sala.
—Lo siento mucho, Pedro —dijo, luego aspiró mientras más lágrimas caían en sus pálidas mejillas.
Echó una saludable porción del licor en el vaso y se lo pasó. —Necesito saber por qué te estás disculpando.
En vez de sentarse a un lado de ella, se sentó en frente en un pesado baúl de madera que usaba como mesita de centro, engullendo un trago de su bebida. El alcohol quemó el camino a su estomago, pero el estremecimiento debajo de su piel subsistió.
Paula miró hacia el vaso en sus manos, golpeando un lado con su uña. —Engañé a Tamara en el juego. Ella estaba siendo agradable…
—Ya sé sobre esa parte —dijo Pedro—. Mateo me dijo eso más temprano esta noche, se quebró y le dijo lo que te había dicho.
Restregó su frente. —Dios, soy una persona horrible por ponerla en esa posición. ¿No está enojado con ella, o si?
—No, están bien. Estaba más preocupada sobre nosotros.
—Estoy preocupada sobre nosotros, también —dijo, su labio inferior temblando.
El corazón de Pedro se apretó. Se acercó para limpiar una lágrima de su mejilla. —Estaremos bien, cariño, después de esta noche.
Asintió levemente. —Ya que sabes lo que le hice a Tamara, supongo que también debería decirte que busqué en google el nombre de tu papá ayer, pero no pude leer los artículos del periódico que aparecieron.
Tomando el resto de su bebida, Pedro bajó el vaso y frotó sus manos juntas entre sus rodillas. —¿Y qué palabras viste cuando los artículos aparecieron?
Paula se recolocó en el sofá, parecía haber un poco de calma, ahora que estaban hablando. —Vi algo sobre… ataque sexual a una menor. Dejé de leer después de eso. —Hizo un gesto de dolor, parpadeando más lágrimas—. Por favor dime que no fue Sonia, no que mengue la seriedad del crimen para nada.
Muchas veces se había preguntado si alguna vez sería capaz de dejar en el pasado el desastre de sus padres de una vez por todas. Cuando había visto a Paula esa primera noche en el hospital la esperanza floreció dentro de él, su luz al final de cada túnel largo y rocoso. Era lo que había estado extrañando, lo que había estado esperando encontrar otra vez, pero pudo haber ido muy mal también. Afortunadamente, no lo fue. Su plan de recordarle lo que alguna vez fue para cada uno había funcionado, su conexión aún fuerte un poco deshilachada al principio.
Había pasado por el infierno para llegar a donde estaba ahora, y merecía ser capaz de finalmente relajarse, tomar un respiro profundo y tener lo que quería en vez de hacer lo que su familia necesitaba. No había ni un arrepentimiento sobre la manera que manejó las cosas. La vida siempre iba a arrojar obstáculos que tenías que vencer. Pero teniendo el amor de Paula se sentiría como una exoneración.
—No fue Sonia. —Frotó su rodilla—. ¿Crees estar lista para escuchar el resto?
Asintió.
—Entonces, es momento de llenar los espacios en blanco.

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