miércoles, 2 de abril de 2014

CAPITULO 22



Paula se desenroscó del nudo en el que se había colocado y se movió más cerca del borde del sofá, estirándose para tomar una de las manos de Pedro entre las suyas en una muestra silenciosa de apoyo.
Tomó una respiración profunda y comenzó a hablar.
—Alrededor de un mes antes de que dejara Atlanta, Sonia llamó una noche llorando. Dijo que su mejor amiga, Emilia, había estado quedándose a dormir demasiado porque sus padres estaban teniendo algunos problemas con su matrimonio. Emilia tenía quince en ese tiempo, un año mayor que Sonia, pero de alguna manera en el mismo grado. Así que una de las veces que Emilia se estaba quedando a dormir, Sonia se despertó durante la noche, y Emilia no estaba en la cama. Fue a buscarla, la encontró en la cocina con mi papá. Sonia dijo que él… estaba besando a Emilia en la boca, y que tenía su mano debajo de su blusa. —Pedro se aclaró la garganta, mirando sus manos juntas—. Sonia salió corriendo de la cocina, completamente asustada de lo que había visto. Emilia subió, dijo que no era gran cosa, y que por favor no le dijera a nadie. Al día siguiente mi papá la lleva aparte y le dijo que sabía que fue inapropiado, pero que sólo había pasado esa vez, sólo un beso y un toqueteo, nada más. Le rogó que no le dijera a mamá porque sólo la molestaría, y le prometió que no pasaría otra vez. Me llamó preguntando qué hacer. Pensaba que si delataba a papá, el matrimonio de mis padres se derrumbaría, y Emilia estaría mortificada y la odiaría, también.
—¿Qué le dijiste que hiciera?
—Le dije que tenía que decirle a mamá, no importa lo que papá dijo, y que Emilia ya no debería estar alrededor.
—Supongo que no tomó tu consejo.
—Esperó demasiado tiempo para decidir. En el momento en que encontró el coraje para decir algo, ya era demasiado tarde. En retrospectiva, no debería haberlo dejado a su manejo. Debería haber llamado a mamá yo mismo al día siguiente y decirle: "Mira, algo está pasando con mi padre y la amiga de Sonia, tienes que enfrentarlo". Pero no lo hice. Lo dejé en manos de Sonia, una chica de catorce años, y eso fue estúpido y equivocado. Supongo que pensé que todo el mundo sólo lo negaría, basado en lo que Sonia me había dicho. Y estoy seguro que parte de mí quería creer que mi padre, ese hombre que había buscado hace tantos años, era incapaz de hacer algo tan horrible.
—¿Cómo lo atraparon?
—Los padres de Emilia descubrieron que algo estaba mal con su hija, y cuando le preguntaron se derrumbó y les contó todo. Papá fue arrestado y acusado de asalto sexual a un menor bajo la edad de dieciséis años. Mi papá tenía una posición de alto rango en una de las corporaciones más grandes de Birmingham, así que por supuesto fue despedido inmediatamente de su puesto de trabajo. La empresa no podía permitirse el lujo de tener su nombre unido a un escándalo, lo cual es comprensible. Mientras tanto, mi madre estuvo al borde de un ataque de nervios. Los honorarios legales eran astronómicos. Iba a través de sus ahorros, y estaba siendo rechazada por todo el mundo que había conocido. No importaba que no supiera nada acerca de lo que estaba pasando. Para los de afuera, era tan culpable como mi padre. Incluso mis abuelos paternos negaron ayuda financiera. Mis abuelos maternos están muertos, por lo que no quedaba nadie que pudiera ayudarla y a Sonia de sobrevivir al maldito desastre que papá creó.
—Excepto tú —dijo Paula simplemente.
—Bueno, en ese momento estaba luchando contra mi conciencia. No se trataba de lo que papá hizo, que estuvo mal, no hay duda. Merecía ser castigado con todo el peso de la ley. Con lo que luchaba era con aceptar la responsabilidad de sacarlas del lío, el cual cayó únicamente en mis hombros. Una parte de mí reconoció lo inevitable, pero el resto siguió orando por un milagro. Mis clases fueron pagadas hasta el final del semestre. Tenía un poco de dinero en ahorros. Después tener que solicitar becas y préstamos estudiantiles para terminar de pagar por la escuela, pero bueno, era factible. Entonces, una tarde me encontraba en la sala de estar estudiando para un examen. Habías ido a la cama, y Sonia me volvió a llamar, histérica. Mamá tragó una botella de píldoras, y había sido trasladada de urgencia al hospital. Mi hermana de catorce años estaba a ciento cincuenta kilómetros lejos de mí, sola, aterrorizada y... —Pedro parpadeó lejos el brillo en sus ojos mientras Paula le apretó la mano—. Se sintió como si el suelo abandonara mis pies. De repente estaba sin opciones.
Levantó la mano a su boca, presionando sus labios en los nudillos. —Me puse de pie junto a la cama viéndote dormir mientras corría a través de todos los escenarios que se me ocurrieron. Ninguno de ellos funcionó, así que me fui.
—¿Por qué no me despertaste?
—No sabía qué decir. Estaba furioso y avergonzado por lo que mi padre había hecho. Y luego, encima de eso mi mamá derrumbándose. Mi familia se caía a pedazos, y no sabía cómo repararla.
—Podríamos al menos haber hablado de ello, tratar de resolverlo juntos.
—De eso se trata, cariño. Mi vida había sido girada de arriba a abajo. No había opciones para mí, pero tú las tenías. Un futuro brillante.
Trabajaste tan duro para entrar en la escuela de medicina, y no iba a echar a perder todo eso. No podía hacerte eso. Sabía que mi salida iba a herirnos demasiado, pero al menos era un corte limpio. Te dejé sin distracciones.
Paula dio un apretón a su mano y se deslizó en el sofá, envolviendo sus brazos alrededor de ella. —Entiendo por qué lo hiciste ahora —susurró, con la garganta hinchada por la emoción.
—Creo que nunca sabrás lo difícil que fue para mí salir de tu vida, Paula. Cogí el teléfono una docena de veces esa noche cuando regresé a Birmingham, pero seguí recordándome a mí mismo que era lo mejor. Que te merecías algo mejor. Estarías confundida cuando despertaras, y más tarde enojada, probablemente me odiarías por ello, y luego más decidida que nunca a tener éxito.
Se rió en voz baja. —Tenías razón sobre la mayor parte de eso, pero nunca te he odiado.
—Me odiaba a mí mismo lo suficiente por nosotros dos. Créeme cuando digo que hubo unos años autocompasivos en los que no te habría gustado estar cerca de mí. Bebía demasiado, despreciaba al mundo, incluso conseguí una o dos peleas a puñetazos antes de arañar mi camino a través de la amargura, decidido a vivir por mí mismo de nuevo algún día.
—¿Qué pasó con tu familia?
Suspiró contra su cabello. —La versión resumida y detallada es que papá fue a la cárcel, mamá se recuperó, ella y Sonia, recibieron consejería y prácticamente perdieron todo lo que tenían. Vendí mi carro por algo más barato, alquilé un modesto apartamento de tres habitaciones, dos trabajos para pagar las facturas, y me encargué de mamá y Sonia.
—Uno de esos trabajos fue en un restaurante. Trabajé de personal en la cocina y descubrí en el camino que era un muy buen chef, y que era algo que realmente disfrutaba. Me las arreglé para conseguir un trabajo como sous chef en uno de los restaurantes más de moda de la ciudad. Luego, el año pasado Mateo vino a cenar y mi jefe estaba fuera esa noche. Era el bastardo con suerte que llegó a su encuentro. Con una botella de vino, hablamos de comida y el futuro. Cuando mencionó que planeaba abrir un restaurante en Atlanta, le dije que me moría de ganas por volver aquí. Hace cuatro meses, recibí una llamada suya, y era el momento perfecto para mí, para finalmente hacer el cambio.Sonia está terminando su último semestre de la universidad y haciéndolo bien por su cuenta, mamá está mentalmente sana otra vez. Se trasladó a Mobile para estar más cerca de su hermana.
—¿Qué paso con la chica… Emilia?
—Lo último que supimos era que estaba asistiendo a la Universidad de Auburn.
—¿Y tu padre?
—Él y mamá se divorciaron un año después de que fue a la cárcel. No he hablado con él en más de tres años, e incluso cuando hablábamos, era difícil. Le escribe a Sonia de vez en cuando, pero no tengo nada que decirle.
—Estoy segura de que se arrepiente de lo que hizo, Pedro. Terminó costándole todo.
—Tarde o temprano encontraremos nuestro camino hacia el perdón, pero, sin embargo no estoy listo todavía.
Paula se sentó de vuelta, jugando con los botones de su arrugado zapato oxford. —Espero que puedas perdonarme por ser tan malvada contigo la primera vez que apareciste en mi sala de emergencias.
Tomó su cara entre sus manos y la besó, tomándose su tiempo, asegurándole con su boca que todo fue perdonado. Cuando rompió el beso, ella le persiguió por otro. Sus dedos trabajaron en los botones de su camisa, liberándolos uno por uno, hasta que se vio obligado a soltarla para que pudiera empujar el material de sus hombros. Pedro se sacó las mangas, luego metió sus manos en el dobladillo de su camiseta. Ahora ambos estaban medios desnudos, la empujó hacia atrás en el sofá, cubriendo su cuerpo con el suyo. Paula suspiró, haciendo espacio para él entre sus piernas.
La barba áspera en su mandíbula se sentía deliciosa contra su piel mientras besaba su cuello, la clavícula, abriéndose paso lentamente por su pecho hacia su seno. Resopló con decepción cuando él levantó la cabeza, apoyándose en sus antebrazos. Nunca había visto sus ojos tan cálidos y azules, como el agua del océano en los trópicos.
—Te amo, Paula. Nunca me detuve. Era la esperanza de encontrarte de nuevo lo que me mantuvo pasando por lo peor de los últimos ocho años.
Se mordió el labio inferior para reprimir su necesidad de temblar. — Te amo, también. Tal vez… muy en el fondo, sabía que no habíamos realmente terminando.
Pedro sonrió y besó la comisura de su boca. —Nunca terminaremos. Quiero envejecer y arrugarme con tu culo testarudo.
—¿Seguirás haciéndome magdalenas de chocolate cuando tengamos ochenta?
—Bebé, incluso voy a dártelas de comer con la mano.




FIN

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